...cuando yo te vuelva a ver...
Fui a la verdulería de la esquina. Tengo que reconocer que mi aspecto no era el mejor. La resaca invadía mi cara, la acostumbrada falta de higiene, el pelo era comparable con un puercoespín erizado y en celo. Así, sin más, con la ropa con la que había dormido, con las aspas de los molinos rotas, con las peras machucadas contra las manzanas, con un color rancio en una botella transparente, con dinero mal habido y, sobre todo, con la certidumbre de una estupidez nata, fui a la verdulería en busca de carbón para el asado de la noche.
Claro, enseguida me di cuenta: en Moscú no hay asado a la noche. Tampoco a la mañana. Tengo que volver. Me urge.
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