Sunday, September 19, 2004

Stefan Zen

"La realidad es muchísimo más que una colección de pequeñas partes", me dijo Stefan en aquel bar mugriento de Once. Y yo sólo pensaba... cómo es posible que Stefan me siga hablando? Cómo es posible después de tanta agua? Eran las 11am y solamente dos personas tomaban ginebra en ese bar: el viejo que vociferaba sobre la Guerra Civil española, y yo. Stefan, cortado.

Y Stefan seguía hablando, en saltos inconexos entre el Zen y algún gurú televisado. Y yo seguía fascinado por el hecho de que Stefan no me odiara, que no estuviera vaciando su café en mi cara bajo una catarata de insultos. Al fin y al cabo, me dije, Amparo y Stefan. Stefan y Amparo.

Afuera el otoño amagaba comenzar a dar paso al invierno, y era una oportunidad que no podía dejar pasar otra vez. El invierno se presta a la reclusión, y la mía no sería vista como una anormalidad. Las exigencias del verano me resultaban intolerables. Sociabilidad, cuerpo y playa.

Se me proyectaban entonces fantasías de invierno en la Costa, el no-lugar perfecto. Interrumpí a Stefan, en medio de una de sus frases de pastor evangelista, busqué una absurda excusa laboral, y salí, con la fuerza y el optimismo que da tener un nuevo plan de autodestrucción entre manos.

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