Recuerdos de Once
“Vamos a buscar el sainete vegetal” exclamó la vicuña mientras se rascaba el ano. Toda su faz se estremeció de amargo dolor de barrio cuando recordó aquellas manos amigas tendidas en las noches de Once. El sainete feliz de las falsas damas chinas o peruanas era un valuarte de la composición del barrio tomado por los orientales. Todos juntos hincados frente a una catacumba de la que salían sonidos antiguos se horrorizaron con las previsibles consecuencias físicas –ineficaces esfínteres- que la escena ameritaba.
Realmente yo nunca me tragué esa historia, a pesar de haberla escuchado o vivido más de cien veces, alguna de las cuales no estaba en curda celeste.
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