La rebelión de los pájaros – (para Noe)
“Había” dijo un peludo con pantalón verde que pasaba por debajo del árbol donde el lorito estaba pertrechado. Acto seguido la pelambre infernal recibió una feroz cagada de loro perteño. “Peludo, peludo” cacareaba el lorito.
“Cuando el automóvil...” dijo un pelado de pantalón gris y silueta esbelta que pasaba por debajo del semáforo en donde la palomita de la paz descansaba. Pero no llegó a terminar la frase pues recibió en su lustrosa pelada celestial un sorongo de paloma. Los espectadores de tan dichoso espectáculo clavaban sus ojos en la ofendida pelada mientras oían un erudito discurso de todas las puteadas conocidas en el gran Buenos Aires.
“Pasame el siet...” decía el golfista de chaleco canchero y zapatos ridículos con Espanta Alimañas. Pero no logró terminar la palabra pues un tero patrio dejo caer un bolo fecal digno de un titán con habilidad suficiente como para dar en su ojo izquierdo. A lo lejos se oía un canto de victoria “Tero, Tero!”.
Un curita bueno intentaba explicar “...porque el Señor...” pero nadie escuchó su truncada disertación ya que de un balcón vecino cayó un palomón de un ñandú. Parece que un excéntrico tenía al animal en forma clandestina desde hacía algunos meses. De vez en cuando el bicho se escapaba, salía al balcón y hacía de las suyas. Cuando el curita miró al cielo en busca de una explicación del Señor de porqué su persona había sido la elegida como pista de aterrizaje de tan exótica mierda un segundo estruendo pintó su cara de blanco, mientras se escuchaba la típica risa del ñandú.
Los niños de la salita roja jugaban en el parque como cada día. Quizás la fatalidad, quizás el azar, quizás algún demonio de turno, no lo sabemos, pero podemos asegurar que cada uno de los niños volvió a su casa con un manchón blanco típico de cagada de pingüino en su ropa. Claro que ninguna maestra ni ninguna madre imaginó el origen intestinal de la aureola que ostentaban los niños.
[ Hola Noe! http://inconclusa.blogspot.com ]
1 Comments:
Y habría que recordar, en esta sucesión crepuscular, el velo infame de aquella monja agnóstica que pretendía simular el vuelo de las gaviotas, que con plena justicia fue castigada con un rotundo gotón albigris ( porque las palomas poseen buen gusto y sapiencia sobre la combinación de los colores), bajo la arboleda del parque avellaneda...
Quién diría que una cuantas palomas flojas de vientre nos inspiraran...
saludos... Noe
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