Roco Mouras

Wednesday, August 25, 2004

Un día cualquiera en mi Moscú natal

Hay dos errores típicos que se cometen en los viajes a Moscú. Uno de ellos es objetivo y difícil de controlar. Tiene que ver con la nieve, con los insectos y con la espuma del mar. Las olas y el viento. El otro de los errores cometidos comúnmente en estas regiones donde nada crece no es otro que el error del superviviente nato, que consiste en la opresión del tórax por parte de sustancias tóxicas a veces embotelladas, a veces verdes, a veces cercanas. Este error se clasifica como subjetivo ya que cada cual puede, y debe, dejarse de joder y entender que carajo es lo que está pasando. Es decir, no hay manera de disociar la pesada carga matinal de los hondos poros que se arraigan día a día en los sueños nocturnos y periféricos del Moscú central. Esta vez la carga de alta tensión es para fortalecer las ambiciones de millones de otros seres que están por fuera de mi estropeada cabeza negra de humo y perdón.

Aprendí cosas: cuando un barco zarpa hacia Moscú, los rituales indígenas celebrados hacen que el más optimista se cague encima dejando atónitos a todos los espectadores ocasionales o casuales. Parte de la patria se juega en el partido de cada barco rumbo al sur extremo del Moscú ártico.

Thursday, August 19, 2004

Humphrey slezam ne verit

Humphrey? Sí, Humphrey vino también. Para que conozca.

Moskva slezam ne verit

Aeroflot. Cómo es que todavía existe Aeroflot?

El pasaje en mi mano me transportaba a mi infancia, películas de espías en tardes pegajosas de superacción. O esas noches en que mis viejos me arrastraban al cine Cosmos a ver pelis de comunistas, y donde siempre algún anciano en estado de semi-decrepitud me sacudía los rulos y me hablaba de Stalin. 1979: Moscú no cree en lágrimas.

El viaje no fue corto, no. Y Aeroflot, contra lo que todos esperaríamos, no sirve vodka a bordo. Globalización, supongo.

El frío moscovita de aquel marzo '98 no lo voy a olvidar facilmente. Saliendo del aeropuerto el frío me nubló por completo. Un taxi, antes de congelarme. Abordaje inconsciente, preguntas en ruso, respuesta imposible. Dije "Kremlin", y el taxi arrancó.

Plaza Roja. Estoy en Moscú, se me hace evidente. No tengo planes. No tengo dónde parar. No hablo ruso. P. Petrovich, un teléfono, sin dirección.

Busco un bar desde donde llamar, y el bar es finalmente lo que tanto busqué: un verdadero bar de borrachos en Moscú. Antes de llamar, la bebida me llama. Y nuevamente, como no podía ser de otra forma, el cantinero me habla de Stalin.

Monday, August 09, 2004

Respuestas

Fue un verano de encrucijadas. Estaba constantemente atrapado en medio de una telaraña inmunda que era mi mundo. Era como si mi habitación se transformara en un poliedro hermético encerrado en una esfera, fuera de la cual estaba Moscú, que venía a ser como el cielo (o el infierno).


Hasta que en un momento desperté de mi pesadilla y comprendí todo. La respuesta venía de una correa de cuero. En un extremo Humphrey. En el otro mi mano. Y en mi otra mano un pasaje de Aeroflot y la tarjeta de un tal P. Petrovich.


Aunque también podía mandar al perro, para que conociera.

En bolas

De chicos nunca soñaron que se levantaban, salían, se tomaban el colectivo, llegaban al colegio y se daban cuenta que estaban en bolas?

A mí me sigue pasando.