Roco Mouras

Tuesday, October 26, 2004

Recuerdos de Once

“Vamos a buscar el sainete vegetal” exclamó la vicuña mientras se rascaba el ano. Toda su faz se estremeció de amargo dolor de barrio cuando recordó aquellas manos amigas tendidas en las noches de Once. El sainete feliz de las falsas damas chinas o peruanas era un valuarte de la composición del barrio tomado por los orientales. Todos juntos hincados frente a una catacumba de la que salían sonidos antiguos se horrorizaron con las previsibles consecuencias físicas –ineficaces esfínteres- que la escena ameritaba.

Realmente yo nunca me tragué esa historia, a pesar de haberla escuchado o vivido más de cien veces, alguna de las cuales no estaba en curda celeste.

Tuesday, October 19, 2004

Respuestas

Los hechos nunca me dan la razón, pero a veces igual están de mi lado. A veces. Y de ese "a veces" yo me agarraba con todas las fuerzas que me quedaban.

Juli era sólo la sospecha, era sólo esa pequeña luz que a veces es puerto pero casi siempre espejismo. Y el huracán que no venía se convertía en acumulación de hojas que oscurecían, ojos que ocultaban, miradas que no terminaban de decir.

Quizás en este puesto de feria invernal estaba la respuesta que busqué hasta en otros continentes. Respuesta, claro está, que sólo puede venir de lugares fríos, de noche, bajo el manto tranquilizador del alcohol.

Monday, October 18, 2004

Lecturas de los hechos

¿Cuáles son los hechos? Eso no tiene importancia alguna. “Realidad” es un concepto absurdo y banal. ¿Es que hay algo que no sea una interpretación?

Lectura 1
El sabor de la imbecilidad llena este cuarto. ¿Fui usado? El sabor de la falsa derrota llena otros cuartos. El suave perfume de la victoria se esconde pero avanza lenta e inexorablemente en una cabeza ¡Victoria!

Lectura 2
El sabor de la victoria en un obelisco usado hace tiempo y olvidado, una ciudad en ruinas donde reina el terror en cada noche de luna. La falacia de una lectura errónea de los hechos. La imbecilidad toda. La carga de un toro que no haz criado tu, pero un toro hermafrodita o andrógino con un lado oculto, un lado que no se ve desde acá, pero que en algún momento habrá que poner en una balanza y no tenemos la menor idea ni noción de la magnitud de su peso. Y eso sí es cosa nuestra, eso sí es carga nuestra.

Lectura 8
No tenés idea de lo que está pasando ni de las órbitas de los acontecimientos (interesantísimo el concepto de “órbitas” ya que implican una periodicidad, una repetición, pero también se asocian a hechos naturales inevitables; uno no puede manejar las órbitas. Su existencia es independiente de la nuestra) Sos un inconciente nato que te recontra cagás en casi todas las cosas que suceden a tu alrededor o, quizás, en casi todas las cosas que suceden en tu interior (Acá la palabra llamativa es “casi”, implica la existencia de cosas en las que no te cagás. De cosas que influyen en los acontecimientos de tu vida o de tus vidas. ¿Influyen en las órbitas?)

Lectura 2
La vanguardia en el neocriollismo asegura que hay una forma de ver las cosas en la que la ganancia es tan pero tan mezquina que me da vergüenza siquiera insinuarla. En el fondo se escuchan gritos.

Lectura 33
La edad del cristo psicodélico. La edad del huevo duro. Yo entiendo tus excusas, son lindas, están bien cuidadas, pero se ve que no trabajaste mucho en ellas, se nota una prisa, una urgencia en ellas. Como si estuvieran improvisadas ¿Entendés? Como si las hubieras tenido en un bolsillo para alguna otra cosa y, de repente, te hicieron falta y las sacaste, con apuro, sin fijarte demasiado en si venían al caso, o si estaban por demás extravagantes. Pero son lindas igual, una de ellas hasta tiene algo de estético. Claro que el problema un es su estética, no, el problema es que las acciones te delatan y ¡pobrecitas! Las excusas no pueden tapar los hechos, no... tratan, porque son buenas y voluntariosas, pero son ridículas al lado de la montaña.

Lectura Lecop: compré bonos. Hice un negoción bárbaro.

Wednesday, October 13, 2004

Eta

Roco venía todos los días al puesto, y uno a uno se detenía en todos mis objetos. Los estudiaba, los recorría lentamente, los dejaba un rato y volvía a ellos. Introspección que nunca hubiera esperado en alguien como él.

O en realidad quería pasar tiempo conmigo? Por qué no me hablaba? Con suerte "hola", "este es nuevo, no?", "chau".

Si me gustaba? Sí, la verdad que me gustaba, o al menos me llamaba la atención. Quién era? Qué hacía en un lugar como este en pleno invierno? Y yo? Qué hacía yo ahí?

Juli

Zen

“Siempre fui un infeliz en la medida de mis modestas posibilidades” dijo Roco sentado en un bar de Once. A veces canto sólo, agregó. Sus ojos estaban rojos y su páncreas dejaba mucho que desear. Yo le explicaba que el mundo es delicado y que cada persona es un puerto y Osho, el tercer ojo. Le di tantos motivos para vivir... sin embargo él parecía no escucharme, estaba ausente, me dijo algo sobre el nombre de Stalingrado, Petrogrado, san Petesburgo... algo así, no lo puedo recordar, pero era algo absurdo...
Le dije que se viniera al encuentro del fin de semana para meditar con nosotros, pero dijo que no podía, que tenía pensado irse a Moscú. “O a Pinamar” agregó y se fue. Salió del bar dando unos tumbos. Yo lo seguí con la mirada un rato hasta que de repente se esfumó en el aire. No sé a donde habrá ido a parar... Seguramente yo estaba borracho.

Stefan.

Thursday, October 07, 2004

Esperanto - recuerdos de Moscú

Las dos primeras palabras que logré entender cuando llegué a Moskú fueron da y niet, sí y no. Eso fue fácil, o lo parecía en un principio inocente. Pasaron los días y quedé aturdido al darme cuenta que en realidad niet se usa a veces para decir sí y a veces para decir no y, por supuesto, lo mismo ocurre con da.
En los ratos de sobriedad intentaba comprender cual era el secreto, ¿cómo hacen lo rusos para saber interpretar los niet y los da? ¿Acaso no reina la equivocación con un lenguaje con diferencias tan sutiles? Presté la mayor de las atenciones a cada conversación de cada bar, y no hubo forma de distinguir un niet negativo de un niet afirmativo. Pero nunca se desencadenó una disputa ni un malentendido, existía un profundo entendimiento entre los interlocutores.

Por supuesto mis intereses estaban más cerca del vodka que de la filología rusa y olvidé el asunto por un tiempo. Fue justo esa actitud la me develó el secreto. Un día, ebrio, tuve un diálogo largo y tendido con un checo que no conocía ninguna palabra castellana, y vi la luz: los rusos no tienen la necesidad de distinguir entre un sí y un no porque están borrachos todo el tiempo. El vodka es el lenguaje de los rusos y de la humanidad.

Tuesday, October 05, 2004

uno sabe que es todo mentira, pero lo hace igual...

Dame un mapa de tu amor, dame que quiero encontrar tu corazón.

El temita, entre otros tantos, es la impresión de los planes, el plano de la imprenta, la impronta del plan, el pan de la impaciencia. Eso me da miedo. Y yo, claro, sobre todo yo.
Mi típica y archiconocida indiferencia entre el adentro y el afuera, entre el verso y la prosa.

Esta vez tiene que ver con dos palabritas repetidas dos veces en dos días seguidos: “no me aclaro” dijo Juli, y de ahí, solo desde ahí, desde ese puerto construido con dos ramitas, la ramita del “no” y la ramita del “me aclaro”, yo navego, hago viajes astrales, me subo a naves que recorren tantas millas náuticas, tantos kilómetros y tantos años luz que me apabullan. Cuando de repente miro por descuido atrás, miro y veo las dos debilísimas ramitas que están sosteniendo tan ambiciosos rumbos y me digo que desconozco el piso, que necesito un ancla.

Luego, exactamente catorce segundos después, me pregunto sobre mí, sobre mi “no me aclaro”, me pregunto de si yo tengo dos palabras que sirvan de puerto, me pregunto si quiero puertos míos y ajenos, me pregunto si no es demasiado tormentoso el camino, me recuerdo que detesto las metáforas, me pido paz y, enseguida, vuelvo a estar justo en el cinturón de asteroides que está cerca de Marte, choco con un meteorito menor y todo vuelve a empezar.

Saturday, October 02, 2004

Trance

Pasó una semana, lo sé. Los recuerdos se funden en una sóla imagen de hojas secas y playas inútiles, y me cuesta discernir uno del otro. Si tan sólo un huracán, si tan sólo un viento helado, un viento final, purificador.

Esto ya no era Moscú, no. En Pinamar ya no podía acusar al idioma, ya no podía pretender distanciamiento. En Pinamar todo era familiar, todo ese invierno que se venía, toda esa soledad.

A la noche sólo un bar, y sólo tres puestos en una feria que esperaba el verano. Y todas las noches seguía la misma rutina, de cerveza y recorrida, uno a uno, por todos los caleidoscopios que hacía y vendía Juli. La psicodelia, con el simple agregado del método, se convierte en trance. Y el trance en ausencia. Y la ausencia en felicidad, momentánea pero intensa.