Roco Mouras

Thursday, September 23, 2004

me fui a Pinamar

Si hay algo que hoy no puedo hacer es llegar a Pinamar vestido de color rojo. Rojo sangre, rojo pasión. Tantas idas y venidas en esta vida para reencontrarme conmigo aquí, en esta misma ciudad, de ascensores robados y hoteles ajenos. Acá, donde las uvas se comen solas. Un nuevo comienzo, una nueva cita, una nueva búsqueda o la misma búsqueda de siempre que no me deja sellar un tiempo dedicado al hambre, a la codicia, al deshumanismo y que me permite una libertad mental tortuosa y por momentos fugaz. La coloración de este tiempo –no, rojo no- se puede ver donde el otoño pide hojas secas de otoño. Secas.
Por lo pronto no tenemos mucho que hacer. Estamos mirando y esperando, con esa espera comprometida hasta el final con el futuro. Esta espera, esta vez, está escondiendo un mensaje de difícil comprensión.

Tuesday, September 21, 2004

Mos Eisley

Me tomo un café y voy para allá, o para acá, o me levanto, o sueño con serpientes, con serpientes de mar, o me pego una duchita rápida, o me duermo una siestecita, o me hundo me hundo me hundo, pensaba de camino a casa por ese Once que tanto mal nos hace. Pensaba que Liniers es Once, no hay diferencia. El infierno, Once, Mos Eisley, Liniers... Si es posible la teletransportación seguro la primera vez se hace entre Once y Liniers. Quizás ya ocurre... Qué hago en Liniers a esta hora?

Sunday, September 19, 2004

Stefan Zen

"La realidad es muchísimo más que una colección de pequeñas partes", me dijo Stefan en aquel bar mugriento de Once. Y yo sólo pensaba... cómo es posible que Stefan me siga hablando? Cómo es posible después de tanta agua? Eran las 11am y solamente dos personas tomaban ginebra en ese bar: el viejo que vociferaba sobre la Guerra Civil española, y yo. Stefan, cortado.

Y Stefan seguía hablando, en saltos inconexos entre el Zen y algún gurú televisado. Y yo seguía fascinado por el hecho de que Stefan no me odiara, que no estuviera vaciando su café en mi cara bajo una catarata de insultos. Al fin y al cabo, me dije, Amparo y Stefan. Stefan y Amparo.

Afuera el otoño amagaba comenzar a dar paso al invierno, y era una oportunidad que no podía dejar pasar otra vez. El invierno se presta a la reclusión, y la mía no sería vista como una anormalidad. Las exigencias del verano me resultaban intolerables. Sociabilidad, cuerpo y playa.

Se me proyectaban entonces fantasías de invierno en la Costa, el no-lugar perfecto. Interrumpí a Stefan, en medio de una de sus frases de pastor evangelista, busqué una absurda excusa laboral, y salí, con la fuerza y el optimismo que da tener un nuevo plan de autodestrucción entre manos.

por pasar

Hay veces en que todo el orden del mundo no alcanza para explicar por qué suceden determinadas cosas. Virutas del tiempo fértil quedan tiradas cuando se serrucha. Y por más que uno busque y revuelva en su cama o en su camisa no logra ver, encontrar, oler, saber, qué es lo que está pasando o qué es lo que está por pasar.

Thursday, September 16, 2004

Mi alma, biorítmica y senoidal

Baires y yo. Trato de comer algo:

Tenés que comértelo todo
De un único y frugal bocado
De un único y vital bocado
De un único y frutal bocado

Tenés que comértelo todo
De un único y satánico bocado
De un único y mecánico bocado
De un único y botánico bocado

Tenés que comértelo todo
De un único y feroz bocado
De un único y atroz bocado
De un único y veloz bocado

Wednesday, September 15, 2004

Penas y glorias

La ilusión desvanecida, el tiempo perdido y la falta de soluciones. Sería abril, quizás mayo de 1999. Volví.

En el aeropuerto no me esperaba nadie, en casa tampoco. Cuentas sin pagar, mensajes de telemarketer en el contestador. Estaba cansado, tanto que ni para el trago. Sopa instantánea, cama y el comienzo de una nueva repetición.

...cuando yo te vuelva a ver...

Fui a la verdulería de la esquina. Tengo que reconocer que mi aspecto no era el mejor. La resaca invadía mi cara, la acostumbrada falta de higiene, el pelo era comparable con un puercoespín erizado y en celo. Así, sin más, con la ropa con la que había dormido, con las aspas de los molinos rotas, con las peras machucadas contra las manzanas, con un color rancio en una botella transparente, con dinero mal habido y, sobre todo, con la certidumbre de una estupidez nata, fui a la verdulería en busca de carbón para el asado de la noche.

Claro, enseguida me di cuenta: en Moscú no hay asado a la noche. Tampoco a la mañana. Tengo que volver. Me urge.

Tuesday, September 14, 2004

Si quisiera Moscú

No puedo evitar volver una y otra vez al mismo bar. Una vez que el alcohol afloja la lengua se superan las barreras idiomáticas y vuelvo a sumirme en las mismas discusiones airadas, el fútbol, la camaradería... Sin embargo los ojos de Amparo en un rostro caucásico me hacen salir a la calle.

Pero no era Amparo. La niebla se tragó la otra vereda, y los autos aparecen y desaparecen entre volutas de un gris frio y pegajoso. Aparentemente la niebla en Moscú siempre fue un problema serio. Las paredes se llenan de moluscos y de caras conocidas. Hasta los sonidos se vuelven untuosos y repugnantes. El frio me lame la cara y me muerde los tobillos. Y se me ocurre que ya pasé por todo esto. Soñar debería ser lo mismo, en Moscú o en cualquier parte.

Creo que estoy en lado occidental, se nota en el espíritu optimista y alegre que emana de los escaparates. La niebla es menos densa y se alcanzan a ver luces como de árbol de navidad del otro lado de la calle. De a poco estoy empezando a reconocer los lugares por donde paso. Alguna esquina, una plaza con juegos, la cara de Amparo que ahora se me aparece completa pero en un cuerpo equivocado.

Pero creo que no es Amparo, ni soy yo. Ni siquiera Moscú. Creo que ya es hora de llegar al final de esta letanía y descubrir que estoy desnudo en una multitud, salvo por la corbata azul.

Thursday, September 09, 2004

Quizás

La melancolía se vuelve humedad, y noto que está lloviendo. O quizás me hice pis. El otoño pronto dará lugar al verano, y esto se va a tornar insoportable. Seguir buscando es seguir engañándome. Seguir bebiendo es seguir perdiendo el tiempo. Necesito amor. O quizás solamente cariño. O sexo. Quizás es lo mismo, quizás está lloviendo. O quizás me hice pis.

Amparo es una abstracción, Humphrey un fantasma. Estoy sólo, pero lo disimulo estando lejos. La tarjeta de P. Petrovich quizás la inventé, quizás la imprimí yo mismo. Moscú es la simulación perfecta, y Moscú y yo somos la misma cosa.

Creo que voy a volver. Quizás Pinamar.

Constante

Todo es constante al salir del bar de la esquina. Ni una puta hoja seca en este otoño aterrador sin viento ni tristeza. Y yo babeando por una mocosa del Kremlin, o por un semáforo descompuesto como si tuviera seis o siete años menos. Por suerte un día todo esto acabará y las palabras prohibidas pasarán a ser santas y saldrán a la luz como burbujas de mi boca. Legará el tiempo feliz –como te gusta profetizar- en donde los niños se caguen de frío en los días de otoño.
No, no hay manera, vuelvo y vuelvo inconscientemente, como un loco, como un desquiciado de la cabeza, del bocho. Con un trompo en una oreja y una vida lista para el libertinaje puedo casi asegurar el éxito de mi gestión rusa. Me resulta difícil, muy difícil o quizás intolerable el hecho de que todo se torne gris y cosquilleante como un sueño, como una pierna dormida, como un otoño en Moscú.

Thursday, September 02, 2004

Sábado a la noche

Los lúgubres ojos de esta cara atónita ven cómo una situación pretérita y personal se adueña de mi vida cabal y obtusa. No te apures, no saques conclusiones que luego no te ayudarán en nada. Solo limítate al esforzado uso de las curvas en cada letra que pongas, pues son esas letras las que van a perdurar y no las otras, ajenas y ruines como son cubano en una canasta llena de agua.
Hoy, aturdido y sin saber a donde ir ni que bondi hay que tomar, creo que todo está armado para estropearme la cara. Llenarme de dedos finos y estériles esa cara de borracho insulso y bonachón que tengo en este bar de Moscú.