Fantasías...
Lo del revoque que se cae y la vecina lo dije al pasar... y ahora no logro sacármelo de la cabeza.
Lo del revoque que se cae y la vecina lo dije al pasar... y ahora no logro sacármelo de la cabeza.
Nunca estuve mejor que ahora. Si tan solo lo hubiera descubierto antes, este deporte de vaciar botellas y estrellarlas contra la pared. Están cayendo pedazos de revoque. Tal vez dentro de poco pueda saludar a mi vecina a través de la medianera.
El episodio de aquella tarde con Amparo no ayudó, no. Creo que pasaron tres días, quizás una semana, quizás en realidad unas horas. El vodka se iba y yo casi no salía, apenas un paseo a Humphrey. Ya ni Bogart, sólo Moscú.
Y llegó el llamado que más necesitaba... mi vieja. Que hace mucho no te veo, que vení a cenar esta noche, que en qué andás, te vas a ir de vacaciones? Las necesitás... qué estás comiendo? Y la propuesta: por qué no te venís unos días con papá y conmigo a la Costa?
Je, sí. Mar de Ajó, 2 ambientes, mis viejos, Humphrey y yo. Ideal.
Fue un día caluroso de febrero mientras hacía los preparativos para el viaje, que consistían básicamente en consumir vodka de una calidad triste. La escuché abajo en la vereda, no podía creer que fuera ella. Debo admitir que el alcohol no me permitía discernir claramente entre la ficción y lo real, si es que existe algo que pueda entrar en esa categoría. Me asomé cautelosamente por la ventana y abajo estaba Amparo. Bajé: discusión, algún grito, llanto, reclamos, yo ya conocía eso y no era el momento. Arriba Humphrey ladraba.
Entré dejándola en la calle y en la escalera me cruce a mi vecina con su mirada inquisidora, quería saber qué había pasado. Señora -le dije- a mi nadie viene a tocarme los huevos en mi casa, y mucho menos cuando estoy borracho.
El verano fecal del ‘98 no sólo fue una farsa astral con Amparo, no, todo fue mucho más allá. Yo me sentía un trompo dislocado, ficha sobre el tablero erróneo, dominó de naranjas, ajedrez elíptico, sangre seca, póstuma alcancía de bemoles.
Claro, ustedes dirán que mi estado de ánimo no era el óptimo. Puede ser, no lo niego. Estaba desencantado, de Amparo y de Bogart. No encontraba la manera de salir del abismo. La dieta basada en huevos duros no colaboraba. Había que cambiar algo.
Fue para esa época, y a raíz de una de las películas, que concebí el plan de irme a Moscú. No fue por las famosas marionetas, ni por la plaza roja, ni por la nieve, me atraía por demás la infatigable voluntad de las familias rusas por meterse cantidades inusuales de vodka.
Los planes del viaje me mantendrían ocupado y darían un descanso al estiércol de mi torturada cabeza.
El '98, mi peor verano. Sin decirlo, los dos nos dábamos cuenta que las cosas ya no eran como antes, que algo estaba empezando a faltar en nuestra relación. Quizás, me dije, lo que necesitamos es un empujón, pasar "al próximo nivel".
La idea maduraba en mi cabeza. Y si nos vamos a vivir juntos? Con los sueldos de los dos, quizás un dos ambientes, algo modesto. Once. Almagro.
No llegué a proponérselo. 14 de diciembre. Amparo me deja. No sos vos, soy yo.
Sólo una actividad metódica y casi obsesiva podría sacarme del pozo, podría llenar ese vacío. Ese verano vi todas las películas de Bogart. Una tras otra. Dos o tres veces cada una. Las 75. Verano del '98, mi peor verano.
De Amparo sólo me queda mi perro: Humphrey, su primer regalo.